Prisión del nácar era, articulado,
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de mi firmeza un émulo luciente,
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un dïamante, ingenïosamente
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en oro también él aprisionado.
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Clori, pues, que su dedo apremïado
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de metal aun precioso no consiente,
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gallarda un día, sobre impacïente,
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lo redimió del vínculo dorado.
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Mas ay, que insidïoso latón breve
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10
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en los cristales de su bella mano
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sacrílego divina sangre bebe:
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púrpura ilustró menos indïano
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marfil; invidïosa sobre nieve,
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claveles deshojó la Aurora en vano.
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domingo, 10 de noviembre de 2013
DE UNA DAMA QUE, QUITÁNDOSE UNA SORTIJA, SE PICA CON UN ALFILER
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